6.28.2009

Preparándose para el despegue (Catu)


Blanca, negra,
asustada, confiada,
pequeña, sola, segura,
lenta, ligera,
ensimismada, silvestre.
Rara belleza

6.26.2009

Ágata Julieta la gata (Catu)

Después de leer el blog del Apestado, enterarme que Cuico su perro había muerto y que lo habían comprado en el PAE, me vino a la mente mi preciosa Ágata y por eso quise escribir unas líneas porque no quiero olvidar todo lo que he vivido a su lado desde el día en que llegó a mi vida, que además no me la esperaba.

El dueño de casa se opuso desde el principio a que llevara una "gata" porque con eso de que se ponen en celo a cada rato y que no sabes cuántos mininos traerá al mundo... una vez más el sexo femenino era discriminado. Al final llegó Any con una cosita gris, despeinada, flaca y muy asustada. Le puso en el suelo y enseguida la criatura se escondió detrás del mueble de la sala, por el color tan masculino de su pelo pensé que era un “macho”, resulta que no, era una hembra.
Enseguida pensé en las recomendaciones del dueño de casa y en el escasa economía que manejaba para mi subsistencia, resulta que esterilizar una gata costaba nada menos que 90 usd, y si yo vivía con 200 usd, ¿de dónde iba a sacar la mitad de mi presupuesto para evitar que mi nueva compañera trajera mucha mucha mucha descendencia al mundo?; los meses pasaron y un día el dueño de casa metió por debajo de la puerta un anuncio que había salido en el periódico acerca de la promoción que ofrecía el PAE para esterilizar animales, el costo de la operación era 3 veces menor al estándar así que aprovechamos con Any y llevamos a la michu al quirófano.

Ágata era tan miedosa que si no alcanzaba a esconderse en el rincón más cercano, se tapaba los ojos cuando alguien se le acercaba, se aguantaba el hambre y las ganas de hacer pi pi hasta que la habitación en la que se encontraba quedara sola, entonces ya se podrán imaginar lo difícil que fue sacarla de la casa y exponerle al ruido de la calle, incluidos los ladridos de los perros que la asustaban mucho.

Al fin llegamos al sitio donde le extirparían el útero a la inocente gatita, ella estaba muy asustada y después de guardarle en una jaula para que no huyera, la veterinaria nos pidió volver en unas horas, entonces nos alejamos del lugar viendo la expresión de ágata que era la de un preso que ve alejarse a sus visitas.

Cuando regresamos nos dijeron que la operación resultó como esperábamos y que la gata estaba dormida, me acerqué a verle y de repente sentí tanto frío que sentí debilidad en las piernas hasta el punto de caer. Metida en un carton con una cobija en el fondo, la gatita sedada por la anestesia parecía muerta, tenía una parte de su cuerpecito rasurada y se veía la cicatriz de la intervención.
La cargamos dormida hasta la casa y llevábamos con nosotras una hoja con indicaciones para su cuidado. Al llegar tendimos un colchón en el piso y cerramos todos los sitios por donde la paciente podría escapar. Casi llegada la noche empezó a despertar, yo sentada a su lado le miraba dormir, al despertar, ella no sabía lo que pasaba, intentó levantarse y se cayó varias veces así que optó por arrastrarse hasta mis piernas, con su mirada débil y su brazo estirado me pidió que la cargara, expresaba sin palabras su necesidad de cuidado y afecto.

Después de mucho contemplarle y dejarle dormida, salí a la cocina, al regresar encontré a la “paciente” colgada de la cortina que tapaba la ventana por donde siempre salía, se sostenía de un solo brazo y al verme ella cayó. Solo pedía no estar sola.

Al pasar los días, la michu ya podía caminar aunque cojeaba y casi no asentaba su pierna, además intentaba arrancar sus hilos con los dientes, decidimos ponerle un vestido rojo hecho de la manga de un saco que cortamos y un cuello que le impedía bajar su cabeza para morderse a sí misma. La veterinaria nos recomendó no dejarle salir hacia los techos y lugares que no estuvieran limpios, así lo hicimos, sin embargo un día la muy sagaz se nos escapó, no apareció en todo el día, yo le llamaba a gritos y ella no me contestaba, temía que se hubiera lastimado y no pudiera regresar. En la tarde desistí de llamarle entonces volvió, parecía una adolescente que regresaba de su primera noche de farra fuera de la casa, claro de esas farras locas, traía su cuello roto, el vestido desgarrado, caminaba en tres patas y su color era gris blanquecino.

Al final su herida sanó, ella misma se arrancó el hilo con los dientes y el pelo le creció. Vive con nosotras 2 años y no ha tenido hijos.

Yo no he tenido problemas de sobrepoblación de mininos, Ágata no ha tenido que parir un millón de veces y sin embargo, hasta ahora me pregunto, si su esterilización fué justa para ella y si yo tenía derecho a intervenir en su cuerpo y quitarle un órgano que nació con ella...

6.14.2009

LA COMEDIA DEL TIEMPO (Catu)


“Cuídate de los callados” dijo Stanly y de pronto empecé a sospechar del silencioso de la esquina del fondo, el que desde su puesto puede ver en todas direcciones, el culto, de lentes, espalda curva, piel marchita, de cabello y bigotes canos.

Antes no se me había ocurrido desconfiar de él porque tengo el prejuicio sin defensa de que lo cultos no serían capaces de alguna bajeza, como si el conocimiento te garantizara actuar como un ser humano “civilizado”.

Ese domingo el Callado se fue por la tarde a la ciudad de los que escuchas cantar mientras hablan. Ese mismo domingo después de caer en la cuneta y de haber reventado dos llantas del carro, presentí que algo se cocinaba en mi contra, también pensé que estaba nerviosa y paranoica. Al final del día, las noticias confirmaban mi presentimiento, me desterrarían del “paraíso” a pedido del Silencioso.

Qué injusticia pensé y me molesté. Como es mi costumbre, no dejaba de preguntarme una y otra vez: ¿Qué le había hecho yo? Con el tiempo la molestia desapareció, aunque la duda quedó latente.

En la mañana escuché que tiene 70 años, ¡SETENTA AÑOS! pensé, y luce tan joven; si bien la descripción física que hice al inicio lo dice todo, se me ha olvidado mencionar su energía, que no es que se desborde, pero tampoco es un viejito debilucho, tiene mucha, mucha voluntad, se le nota al caminar.

Cuando Staly en una conversación habló de una persona X y dijo “ya está veterano”, en seguida el Silencioso le corrigió sustituyendo veterano por persona mayor.

Ahora con los pies sobre los míos veo más lejos, y en el Silencioso detecto tristeza, soledad, angustia, impotencia y frustración descargadas sobre la última en llegar, la que menos se parece al resto, la que tampoco le obedece ni le rinde culto.

Veo a un abuelo, a un padre, buscando prolongar la vida “vida”, para seguir perteneciendo al mundo, a la sociedad que le empuja al aislamiento, busca compañía en su trabajo y seguir siendo útil; pero en su no estar solo encuentra lo que tanto teme.

La sociedad vive una comedia, tal vez, al Silencioso le pasó lo que ahora me pasa a mí. Salgo de mi casa-mi gente, empiezo a caminar para encontrar a alguien que viene y me dice ya estas vieja, pero en el mismo camino me encuentro con otro alguien que me dice todavía eres junior, para los dos estoy en el lugar equivocado, entonces empieza la lucha interna y externa por el estar aunque no por el pertenecer a todos los lados.

Con los ojos de amor que veo a mi padre, trato de ver al Callado, por lo tanto no acepto su injusticia que se basa en discriminación pero tampoco se la devuelvo y busco sus fuertes para respetarle y admirarle. Siempre he pensado que alguien mayor que yo, ha vivido tiempos que podría compartir (lo que me parece interesante) y él lo ha demostrado.