asustada, confiada,
pequeña, sola, segura,
lenta, ligera,
ensimismada, silvestre.
Rara belleza
(con ganas de escribir, de recordar, de registrar percepciones, apuntes y reflexiones)
Antes no se me había ocurrido desconfiar de él porque tengo el prejuicio sin defensa de que lo cultos no serían capaces de alguna bajeza, como si el conocimiento te garantizara actuar como un ser humano “civilizado”.
Ese domingo el Callado se fue por la tarde a la ciudad de los que escuchas cantar mientras hablan. Ese mismo domingo después de caer en la cuneta y de haber reventado dos llantas del carro, presentí que algo se cocinaba en mi contra, también pensé que estaba nerviosa y paranoica. Al final del día, las noticias confirmaban mi presentimiento, me desterrarían del “paraíso” a pedido del Silencioso.
Qué injusticia pensé y me molesté. Como es mi costumbre, no dejaba de preguntarme una y otra vez: ¿Qué le había hecho yo? Con el tiempo la molestia desapareció, aunque la duda quedó latente.
En la mañana escuché que tiene 70 años, ¡SETENTA AÑOS! pensé, y luce tan joven; si bien la descripción física que hice al inicio lo dice todo, se me ha olvidado mencionar su energía, que no es que se desborde, pero tampoco es un viejito debilucho, tiene mucha, mucha voluntad, se le nota al caminar.
Cuando Staly en una conversación habló de una persona X y dijo “ya está veterano”, en seguida el Silencioso le corrigió sustituyendo veterano por persona mayor.
Ahora con los pies sobre los míos veo más lejos, y en el Silencioso detecto tristeza, soledad, angustia, impotencia y frustración descargadas sobre la última en llegar, la que menos se parece al resto, la que tampoco le obedece ni le rinde culto.
Veo a un abuelo, a un padre, buscando prolongar la vida “vida”, para seguir perteneciendo al mundo, a la sociedad que le empuja al aislamiento, busca compañía en su trabajo y seguir siendo útil; pero en su no estar solo encuentra lo que tanto teme.
La sociedad vive una comedia, tal vez, al Silencioso le pasó lo que ahora me pasa a mí. Salgo de mi casa-mi gente, empiezo a caminar para encontrar a alguien que viene y me dice ya estas vieja, pero en el mismo camino me encuentro con otro alguien que me dice todavía eres junior, para los dos estoy en el lugar equivocado, entonces empieza la lucha interna y externa por el estar aunque no por el pertenecer a todos los lados.
Con los ojos de amor que veo a mi padre, trato de ver al Callado, por lo tanto no acepto su injusticia que se basa en discriminación pero tampoco se la devuelvo y busco sus fuertes para respetarle y admirarle. Siempre he pensado que alguien mayor que yo, ha vivido tiempos que podría compartir (lo que me parece interesante) y él lo ha demostrado.